
Saqué a pasear a su jaula y me quedé un rato con ellos jugando mientras saltaban a mi alrededor. Los recuerdo a todos, todos me llegaron al corazón aquel primer día, cada uno con su carácter, gestos y personalidad... y de repente, me cuenta de que uno de ellos estaba de pie pegado al muro (tiempo después supe que su nombre era Jet). No estaba asustado ni herido, simplemente estaba allí apartado, con la mirada perdida en otro sitio. Me acerqué y cuando notó mi proximidad, se giró hacia mí, me miró y comenzó a mover la cola, le hablé y se acercó tranquilamente con la cabeza baja, sumiso y sin dejar de mover la cola, pero cuando el resto se percató de que extendía la mano para acariciarle, vinieron en manada deseando ser los receptores de los mimos. Aquello hizo que Jet se diese la vuelta con la misma tranquilidad con la que había venido y regresase a su lugar sagrado junto al muro.
A lo largo del tiempo me di cuenta de él era así, era tímido, esa es la palabra. No le gustaba estar con el resto de sus compañeros mientras ellos saltaban, ladraban y armaban jaleo en busca de una caricia, prefería esperar a que se disiparan para atreverse a moverse. Muchas veces ni siquiera se separaba del muro, me miraba, movía la cola y esperaba a que fuese yo hasta él.
Cada día que visitaba el albergue a lo largo de los meses iba hasta la puerta de su jaula y le llamaba, si no estaba ya allí al oír el coche siempre salía a la llamada e intentaba acercarse a las rejas, pero como siempre, sus compañeros más efusivos se adelantaban y él se quedaba detrás sin dejar de mirarme ni de mover la cola.
Pasaban meses y meses y nadie se fijaba en ese perro tranquilo, cariñoso y silencioso, hasta que un día recibí la noticia de que alguien parecía haber mostrado interés, pero necesitaban saber si tenía algún problema con los gatos, si todo iba bien, posiblemente pudiera tener una oportunidad y además con una persona que había dicho que se lo llevaría a hacer ejercicio habitualmente, pues tenía afición. Yo misma me ofrecí a sacarlo y a pasear con él por toda la protectora, pasé por delante de gatos y nunca miró a ninguno, después corrí alrededor de las instalaciones por si mostraba algún signo de rechazo... Nada. No tiró, no me adelantó, no se paró distraído con nada. No tenía problemas de ningún tipo. A la vuelta aproveché para llevarlo hasta donde suelo tener una bolsita de golosinas para perros para darle algún premio por haberse portado tan bien, le pedí que se sentara (por costumbre y sin saber si lo entendería) y para mi sorpresa, obedeció. Hice la prueba y en silencio le tendí la mano. Automáticamente levantó una de sus patas y me la dio. Ambas cosas me hacen pensar que o estaba adiestrado o se trataba de un perro muy inteligente además de obediente (incluso ambas cosas). Siguió pasando el tiempo... y Jet seguía allí.
Comencé a verlo ligeramente más alegre de lo que estaba, a veces venía corriendo hasta mí si estaba en el área de paseo con su habitual serenidad (acompañada de su cabeza gacha y su cola incansable) aunque siempre acabase volviendo a su zona pegado al muro. Verlo correr era una maravilla, solía hacerlo al salir de la jaula de camino al paseo, plegaba todo su cuerpo y recorría todo el espacio en tan sólo unas zancadas, abría la boca cuando lo hacía provocándole un gesto muy gracioso pero de absoluta felicidad.
Tras varios meses más, de los cuales ya perdí la cuenta sin contar los que llevaba antes de que yo llegara, las mismas personas que se habían interesado por él, volvieron a buscarle, no habían podido hacerlo antes por problemas personales, pero regresaron para llevárselo por fin. Desgraciadamente no pude estar presente cuando se marchó, me hubiese gustado verlo por última vez y explicarle a su adoptante lo que significaba para mí. Tuve la oportunidad de ver fotos junto con su nueva familia y no soy capaz de describir la sensación que tuve en ese momento. Vi su expresión; el mismo gesto que ponía cuando corría. Fue entonces cuando suspiré realmente tranquila y supe que sería feliz.
Tania (Voluntaria de la Protectora de Animales y Plantas de Alicante)
Un gran artículo, Tania! Preciosa historia!
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