Nala fue dejada en el albergue tras esperar un hijo su familia.
Salió en acogida unos días más tardes, estaba muy triste y sólo se animaba estando en contacto con las personas, sino, se metía en la habitación de la jaula donde se arrinconaba y no quería saber nada del mundo, no estaba habituada a estar con otros perros.
Vivió casi dos meses en una casa de campo acogida, donde tampoco se adaptaba muy bien, seguía tristona, había vivido en un piso toda su vida y no se sentía cómoda del todo.
Para acabar este día de Navidad le ponemos final feliz a esta historia... ¡Pasará el fin de año con una familia definitiva!
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